Aprendiendo a amar

Aprendiendo a amar

Si te caes, te sacudes, curas las heridas y vuelves a subirte a la bicicleta, de eso se trata la vida.

Amar es como andar en bici. A amar se aprende (ya lo dijo Erick Fromm, en su libro el arte de amar) y mientras lo logras también te caes, te raspas, te duele y sufres; exacto, igualito cuando aprendes a andar en bici. Y sí, llega un día en que lo consigues y andas por los caminos de la vida montado en tu bici sintiéndote dichoso. Si todo fuera así de fácil, aquí acabaría mi texto. Obviamente no será así, tengo dos cuartillas que llenar, así que prepárense para leer lo siguiente:

Lo realmente difícil es ese tiempo que transcurre entre que le haces ojitos a la bici y entre que logras dominar la técnica. Ustedes me entienden, ¿verdad? Iré más despacio… Lo ves, y dices “de aquí soy”, tu corazón hace bidi bidi bom bom, intentas subirte y disfrutar el viaje, y ¡pum!, te caes.

Amores hay de muchos tipos, los hay fugaces -y no por eso menos reales-, peligrosos, tiernos, enfermos, necesitados, libres; etc… Y cada uno de estos posee características diferentes, tanto en su desarrollo como en su final. Porque sí, lamento ser yo quien les quite la venda de los ojos, todo amor tiene un final. Sin embargo, hay también características comunes: los nervios, la incertidumbre, las ansias de más, las dificultades, el dolor, el miedo; entre otras, son situaciones que todo enamorado ha vivido.

Recuerdo aquella vez, iba por una pendiente y comencé a sentir tanta angustia que terminé por bajarme de la bicicleta y recorrer los últimos 5 kilómetros a pie. Lo sé, patético. Pero así sucede: todo parece maravilloso hasta que llega el primer desengaño, la primera duda o la primera gran verdad. Y te bajas, rapidito para que no se sienta tanto el golpe. Puedes salir tan raspado como tu inteligencia emocional te lo permita, y resultará importante el nivel de autoestima que andes manejando, pues dejar atrás una relación siempre cuesta.

A veces el paisaje es hermoso, el clima cálido pero fresco a momentos, el camino sin demasiados baches pero con los retos necesarios para que resulte interesante tu paseo; todo está como lo venías imaginando. Y quieres pedalear y pedalear, ir más de prisa para no privarte de ningún detalle, sientes que naciste para esto y que tú y tu bici son invencibles. Sin duda estas son las mejores relaciones, aún en ellas tienes que usar el freno de vez en cuando; confiando en tus capacidades, en la bici en la que vas y en el camino.

Justo este era mi gran error, pensar que yo debía tener el control completo sobre la bicicleta y que siendo así evitaría cualquier doloroso incidente. Ahora estoy en una cátedra constante, llamada “déjate llevar, disfruta el viaje”. Me he sorprendido con la dificultad de hacer tal cosa, no es tan sencillo como suena. Confiar en ti mismo, en el otro y en lo que pueden lograr juntos resulta una gran proeza. Eso de “tú flojito y cooperando” pudiera ser el consejo más difícil de seguir, no dudo que haya muchas personas a quienes les salga a la primera, pero si usted está acostumbrado a pensar poquito sus pasos antes de caminar, me comprende.

En una relación de pareja es necesario mejorar la comunicación, ceder lo necesario, complacer al otro algunas veces, hablar claro, ser honestos, intentar no dañar al otro con alevosía y ventaja (pues ya basta con las ocasiones en que la/lo vas a dañar si la intención de hacerlo); pedalear para el mismo rumbo pues. La confianza es básica, pero no sólo en el otro, considero más importante aún la confianza que puedas tener en ti mismo.

En realidad nunca estás exento de sentir dolor, puede ser de cualquier forma pues la vida no es ninguna perita en dulce y los humanos somos muy humanos. Ahora intento aprender que los sueños se viven, no se guardan para después. Y que si te va gustando el viaje, puedes parar a descansar un poco, disfrutar el calor del sol sobre tu piel, el aire que te mueve el cabello, escuchar a las aves cantar y  sentir el sudor correr por tu rostro. Aventurarte a ir más de prisa si te sientes con la suficiente fuerza y seguridad, atreverte a ir por caminos diferentes. Si te caes, te sacudes, curas las heridas y vuelves a subirte a la bicicleta, de eso se trata la vida.

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