La ansiedad no me destruye solo me transforma

La ansiedad no me destruye solo me transforma

Autora invitada: Mel Vásquez 

Cuando me invitó Yucel a grabar el episodio “La otra cara del amor” en su podcast #paravivrmejor #soyfan, me sentí muy emocionada porque amo platicar con ella y formar parte de personas, proyectos y de todo aquello que nos sume. Me encanta que podamos ser parte de eso que llega a regalar un rayito de probabilidad a esos días que en ocasiones no son como los esperábamos. Gracias, Yucel, por invitarme y por todo lo que haces; por regalarnos herramientas para que seamos más los que hagamos mejor las cosas.

Platicando un día casual con Yucel me dice “Mel, ¿por qué no escribes un artículo y nos cuentas un poquito cómo vives con la ansiedad y nos platicas también del libro en el que eres coautora? Te esperé un ch*ngo, ¡y me encontré!” Simplemente me pareció genial. No te voy a romantizar nada de lo que te platicaré en estas líneas, lo que sí te voy a decir es que cada fregadazo vale la pena, es neta.

Soy una persona diagnosticada desde hace dos años con ansiedad generalizada. En mayo del 2018, me encontraba muy cansada de los episodios que se me estaban presentando constantemente en mis días. Siempre, desde muy pequeña he sido una persona muy peculiar, incluso, mis doctores aseguran que la ansiedad y depresión con la que había vivido estos años viene desde muy temprana edad. Mi infancia no fue la mejor, creo que fue lo que tenía que pasar para poder decirte hoy, que soy feliz, que todo lo que me sucedió definitivamente fue para algo. Ya después platicaremos de mi fracturada infancia, así podremos entendernos un poquito más e hilarás muchos de mis comportamientos hasta el día en que decidí comenzar mi tratamiento para la ansiedad.

Ese mes de mayo ya estaba convertida en un ente. Respirado en automático y durmiendo para dejar de pensar.  Si bien me iba por las noches podía dormir, aunque fuera una o dos horas. Había terminado una relación con un buen hombre, de esos que ves en las películas #literal, esos que te enseñan muchas cosas, que aunque no les guste o apasione lo que haces están para apoyarte. Esos que desde el primer beso ya te tienen en su plan de vida.

Obvio tenía sus modos, su personalidad muy definida, su estilo y definitivamente sus heridas de infancia; como todos.  Fueron 3 años de relación fuerte, llena de amor y comprensión hasta que, nueve meses antes de terminar el noviazgo comenzaron los problemas: esos detalles que no ves cuando estás enamorada, focos rojos de ambas partes que prefieres dejar pasar porque es más sencillo quedarte donde estás, o en mi caso, porque ya estaba vieja y tenía lo que siempre pensé que me haría feliz. 

Creía que por fin había conseguido lo que de cierta manera me inculcaron mis padres, era lo que seguía después de haber terminado una carrera, de tener un trabajo “seguro”. Había encontrado una pareja que me daría todo lo que yo siempre soñé, que me amaría y, sobre todo, quería casarse conmigo, formar una familia y tener hijos. Jamás me había puesto a pensar que nada de esto me daría la felicidad que tanto anhelaba si yo venía cargando batallas muy pesadas y heridas de una infancia muy dolorosa. 

Mientras tanto, mi ansiedad cada vez se hacía más presente: ataques de pánico, agotamiento físico y mental, ganas de morirme y pensar las mil maneras en que podía irme de esta vida eran cosas de todos los días.  Aún así, teniendo estos episodios, después de haber terminado una relación y lo peor, después de haber dejado de ir con mi psicóloga, comencé a tratar a otra persona; el famoso “Carlos”, así decidí llamarlo en el libro.

Este personaje me enseñó de la peor/mejor manera que primero debo amarme yo y dejar de buscar en otros lo que ni yo misma tenía el valor de darme. 

Dentro de una relación fugaz, bañada en señales y comportamientos inadecuados, toqué fondo. En esta relación permití lo que ninguna mujer, mejor dicho nadie, debería dejar que le sucediera. Ahora recuerdo que estaba enfrascada en no pensar en mi pasado, en mis problemas familiares y económicos de ese momento, la enfermedad de mi madre, mis episodios y menos en la ansiedad -esa que había vivido conmigo siempre y que jamás me preguntó si podía quedarse-. 

No te contaré mucho, porque me encantaría que le dieras una oportunidad al libro y pudieras detectar si estás pasando por una situación igual, y sobretodo, que te des cuenta de que puedes irte, que vales todo, que tu pasado no te define, que pidas ayuda y comiences a enamorarte de ti, a prestarte atención. A vivir bonito. 

En esta relación me permití ser el “por mientras” de alguien, la opción entre el mejor sí y el mejor no y peor el “es lo que hay”. Dejé que me llamaran loca, que me mintieran, que me hicieran sentir más culpable de lo que ya me sentía, que me engañaran; y lo peor de todo es que decidí quedarme. Él pudo haber hecho mejor las cosas, definitivamente, no haberme lastimado tanto -por ejemplo-,  no creas que es el peor victimario y yo la pobre víctima. Yo estaba permitiendo todo eso. Entre mis arranques, mis comportamientos derivados de mi ansiedad y mi mal manejo del alcohol, Carlos también vivió conmigo momentos de incomodidad y tristeza. #sitienesansiedadnotomes

En octubre del 2018 mi cuerpo y mi mente ya no pudieron más, mi ansiedad ya no encontraba la manera de hacerme ver que ella estaba ahí y que necesitaba prestarle atención.  Diagnóstico: parálisis parcial en la parte derecha de mi cuerpo. De plano yo ya estaba hecha un desastre, entre que me quería morir y siempre no, chueca, ansiosa, con mis problemas, sin dormir, sin intención, sin ganas de ser. Me aferré a la idea de que mi relación podía salvarme. 

Haciéndonos más daño continuó el noviazgo, pero esta vez había entendido que algo no estaba bien conmigo, #porfin. Decido ir a con la psicóloga quien obviamente me mandó con la psiquiatra, quien junto a mi neurólogo inmediatamente me mandaron a hacer mil estudios y a comenzar un tratamiento psiquiátrico. 

Ahora comenzaría a hacer algo por mí, pero no me permitía estar sola. Te resumiré cómo fue que vi la luz, y no por cuenta propia, no señores: Carlos terminó la relación un par de meses después, y hasta el día de hoy se lo agradezco. Si él no se hubiera ido yo me hubiera quedado. Fue ahí donde comencé el camino hacia mi autoconocimiento, a amarme y respetarme a mí misma; a cuidar de mi alma, mente y cuerpo. 

Comencé a prestar atención, a conocer más acerca de la ansiedad, a descubrir cómo hacerla mi aliada, a controlarla al grado de hacerla mi guía y agradecerle todo lo que me hizo pasar estos últimos dos años. 

Ha sido una lucha constante hacia la sanación, el perdón a mí misma y a lo que no tenía que haberme pasado, pero me tocó vivir, a no ser tan cruel conmigo, a dejar de juzgarme y exigirme, a querer demostrarle todo a todos; comencé a crecer, aceptar, reconocer y trascender, a vivir bonito. 

Recuerden que somos energía, atraemos todo lo que sentimos y pensamos, en el camino te encuentras con situaciones que tú decides cómo manejar y si no puedes con ellas, algún día dejarán de importar. Ten la intención de querer salir de donde no eres feliz, las ganas de hacer más y mejores cosas. ¡Vive carajo! Vive con todos esos maestros de vida que te hacen ser feliz, que te hacen llorar, convierte el dolor en un escalón más para crecer, aprende de todo y de todos, para eso estás aquí. Enamórate tanto de ti, hasta que te des cuenta que eres el amor de tu vida.

Puedes caerte, pero no te encariñes con el chingado suelo.

Con todo el corazón, Mel. 

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