Más felicidad, mayor tranquilidad y satisfacción… ¿te atreves a intentarlo?
Hoy he empezado el experimento “8 días sin Facebook”. Justo a las 12 de la media noche he cerrado mi sesión y desinstalado la aplicación de mi celular. Hasta ahora puedo decir que me siento un poco liberada, sin embargo la inercia de picar el icono azul en mi pantalla aparece cada tanto tiempo. Me he propuesto llevar conmigo un libro y una libreta de los cuales hacer uso en aquellos momentos en que solía usar la aplicación. Quien sabe cómo me vaya mañana al despertar, pues generalmente checar la red social era lo primero que hacía.
Son las 4:20 pm, llevo más de doce horas sin abrir Facebook. Por la mañana quise revisarlo como todos los días y me resultó relativamente fácil desistir, pero en su lugar abrí dos apps más, lo cual, siendo sincera conmigo misma no significa una gran diferencia sobre mi necesidad de estar conectada. Durante algunas horas estuve trabajando en la computadora y tampoco ahí lo abrí, creo que avancé más en lo que hacía que lo que hubiera sido si tuviera la página abierta y vagara por ella de vez en cuando. Hace un rato se me ocurrió algo chistoso -ya ni siquiera recuerdo qué fue- y mi primera reacción fue querer compartirlo.
Hoy regresé a trabajar y quise decirles a todos lo feliz que estaba por ello. Creo que hoy en día hemos desarrollado la necesidad de comunicar a los demás nuestros pasos, más que por compartir con ellos, por una absurda -aún más- necesidad de ser alabados por aquello que hacemos o no hacemos, estamos más preocupados por la simulación de nuestra vida que ocupados en vivirla, parece que hubiera una escala virtual sobre la cual se mide nuestra vida, sí, como aquel capítulo de black mirror. Los likes son como la comida que Pavlov daba a sus perros luego de salivar.
Estoy en una comida, hay más personas aquí, son las 7 de la tarde. Es el tercer día que paso sin usar Facebook. Todos están pegados a su celular, hablan de las fotos que subieron, las personas que etiquetaron y publicaciones que han visto recientemente. Sin duda el encontrarme en una situación así vuelve complicado el experimento. Supongo que es lo que sienten las personas que están a dieta cuando ven a alguien más comiendo pizza. Aun así, puedo seguir sin usar la app.
Hoy es el cuarto día sin publicar, dar o recibir likes y sin enterarme de lo que pasa allá afuera. Hace un rato me preguntaron sobre algunos acontecimientos que al parecer están ocurriendo en estos días y no supe nada al respecto. No puedo -ni pretendo- negar que dicha red social también funciona para mantenernos informados, o mal informados dependiendo a quienes decidamos seguir. Es claro que al salir de la realidad virtual también perdemos un poco de nuestra realidad real. Estoy pensando dejar de usar Instagram.
Hoy son cinco días sin Facebook, cada día me resulta más natural vivir sin la aplicación. Si la tuviera activa seguramente ya habría compartido algo, publicado fotografías, alguna cosa chistosa o lo primero que se me ocurriera. Hoy he pensado que al no esperar notificaciones uno se libera un poco más de lo pesada que a veces puede resultar la cotidianeidad. La idea de cerrar mi cuenta surgió principalmente luego de leer en algún sitio web sobre la investigación que se hizo con cientos de personas, quienes reportaron sentirse
más satisfechos con su vida, más felices, menos estresados o preocupados luego de pasar ocho días sin utilizar Facebook para nada.
Hasta este punto y considerando mi experiencia, yo entraría en este grupo de personas. Comienzo a ver a Facebook como un gran basurero, quien pasa ahí demasiado tiempo se contamina.
Están a punto de cumplirse los ocho días del experimento. Francamente no siento deseos de volver a usar la aplicación, creo que hubo momentos en que fue así, aún ni siquiera estoy segura de querer dejar de usarla para siempre. Jamás dejaré de valorar las cualidades positivas de la página, pues nos permite comunicarnos, estar enterados, compartir… sin embargo, la forma en la que la usamos se puede llegar a viciar tanto como cada uno lo permita. Acortar las distancias suena bien, pero vivir en una fantasía negando los kilómetros que nos separan de las otras personas no es lo ideal. Estar comunicados es una de las grandes necesidades del ser humano, sin embargo la comunicación que se mantiene por este medio no siempre es la más eficaz.
Hace poco leí algo que hacía referencia a la hiperconexión, lo escribían desde un punto de vista psicoanalítico, hablaban sobre la necesidad que hoy en día los sujetos tenemos a estar conectados a otros, todo el tiempo, siempre; como si eso fuera realmente posible. La hiperconectividad se percibe como un “encadenamiento, que oscila entre la experiencia del borramiento de las distancias, el tiempo y el espacio; así como de cierta ilusión de comunidad”. En pocas palabras, una gran fantasía.
A muchos, Facebook les permite intentar resolver sus conflictos de una forma imaginaria y simbólica, se creen su propio cuento pensando que aquello que el otro verá en su muro es la realidad, cuando simplemente forma parte de lo que intentan ocultar. Sería bueno preguntarse si la vida virtual es un agregado a nuestra vida real o nuestra vida real depende de la virtual. Es debido a esto que muchos viven sin lazos sociales verdaderos, bajo una cercanía artificial y ficticia que solo empaña su realidad.
Por otra parte, es una red social en donde hay millones de personas interactuando -de tantas formas posibles-, noticias sobre las cuales ni siquiera alcanzamos a discernir si son reales o ficticias, imágenes de todo tipo, comentarios, publicidad, vidas expuestas; y un gran etcétera… por lo que, al navegar, toda aquella información queda inscrita en nuestra mente y de alguna forma en nuestra vida. Ahora lo imagino como parte de la contaminación que nos vuelve difícil la existencia, esa contaminación que nos impide respirar adecuadamente, que nos enferma y acorta los años.
Estoy segura de que hay muchas opiniones al respecto, puntos de vista diversos u otras investigaciones tal vez incluso mejor sustentadas que la que yo leí. No olvidemos que las redes sociales son solo un apéndice nuestro, cada quien les da el uso del que es capaz.
No es mi intención decir que es malo o bueno utilizar Facebook, simplemente puntualizo algunas ideas. Quien sabe qué pasará conforme vayan transcurriendo los días, habrá quienes realmente se pierdan de cosas o personas valiosas que solo encontraban en la red, sé que hay para quienes se trata de una plataforma laboral o educativa y definitivamente esto la vuelve imprescindible, al menos por ahora.
Anoche salí a cenar con un par de amigas, nos contamos algunas novedades, nos reímos mucho, nos abrazamos. Esos sí son lazos sociales. Hace unos días le marqué a un amigo y le conté algo con los ojos llorosos, él me escuchó; esa sí es amistad. No estoy en contra de las redes sociales, me gustan y las disfruto, simplemente estoy más a favor de la vida real, los abrazos, los encuentros, las carcajadas que resuenan en nuestros oídos, las miradas en las que nos podemos ver; eso también es la vida.
Luego de varios días después de concluir el experimento, entré a la página nuevamente. Entonces me di cuenta de que todo lo que había ahí era innecesario para mí. No necesitaba nada de lo que ahí había para vivir, para pasar un buen rato, reírme, hablar con alguien, hacer amigos o enamorarme más. Aun así he decidido no cerrar mi cuenta, considero que darle un uso diferente y mucho más consciente será suficiente.