¿Y si vivimos más “a lo viejito”?

¿Y si vivimos más “a lo viejito”?

La vida es un eterno camino en el que vas encontrando paisajes hermosos y sombríos, lagunas y desiertos, luz y oscuridad, a veces vas acompañado, otras te quedas solo.

 

Las lecciones que nos da la vida siempre son difíciles de aprender, no porque sean tan complicadas como la física cuántica, sino porque nos cegamos para evitar cualquier golpe de orgullo o frustración que pudiera generarnos la vida. Ignoramos que si cerramos los ojos, el golpe posterior será más fuerte. En esta entrega recupero dos escritos pasados, será algo así como el antes y el después:

 

Algún día del 2015…

 

¿Y si vivimos más “a lo viejito”? Sí, ya saben, como mi abuelito. Siempre que lo veo tiene una sonrisa, un abrazo, una palabra de esas que te apapachan el corazón. Él aprovecha cada momento del día, se le ven las ganas de vivir, siempre está lleno de energía y pasión. Aprende cosas, comparte experiencias, disfruta la compañía de los suyos y también es capaz de aprovechar la soledad. Recuerda el pasado y aunque le duela, disfruta con ello y se centra aún más en el presente. Sueña, juega, inspira, se divierte. Pareciera que nada lo podrá detener, sin embargo sabe bien sus límites y estos no lo distraen de sus objetivos. Lo intenta y si no le sale a la primera, lo vuelve a hacer una y otra vez, hasta que está satisfecho con el resultado, no se rinde. Ama, protege, chiquea y también se enoja, regaña y aconseja; siempre viéndose a sí mismo antes que al otro. Seguramente ha cometido errores, pero no se lamenta por ellos, prefiere compartir la lección.

 

¿Serán los años los que dan estos regalos? ¿Las caídas o las victorias? ¿Será la compañía o la soledad las que te permiten encontrar tan preciados tesoros? Si buscamos obtenerlos desde ahora y trabajar en ellos, podríamos cocinar la vida que cada uno de nosotros queremos vivir, así como si de un pastel se tratara.

 

La vida es un eterno camino en el que vas encontrando paisajes hermosos y sombríos, lagunas y desiertos, luz y oscuridad, a veces vas acompañado y a veces solo. En ocasiones caminas con una sonrisa en el rostro y otras, algunas lágrimas ruedan por tus mejillas. Lo extraordinario de la vida es poder disfrutar de todo cuanto te da, poderlo vivir realmente así, tal cual, al rojo vivo, ¡aunque cale! Y de esta manera, al haber recorrido por completo tu camino, concluir entre lágrimas y risas, entre recuerdos y añoranzas, satisfecho de haber hecho cuanto pudiste, con paz en el alma y calor en tu corazón. Eso para mí es la vida, así quiero que sea mi vida, más a lo viejito.

 

 

9 de marzo 2016

 

La muerte siempre duele, hasta cuando sólo es fantasía duele. Imagínense enfrentarse a ella en lo más real que seamos capaces de tener. Creo que la forma en que vivimos determina la forma en que tomaremos la muerte. Ahora tengo más edad, y eso significa mucho más que no tolerar las fiestas de madrugada. Veo la vida diferente, sé que en cualquier momento puede acabar, sin previo aviso, sin darte chanza, sin un ápice de prudencia.

 

Ahora sé que si no vives tu vida, otros la van a vivir por ti. Que puedes tenerla pero igual estar muerto. Que lo ideal es disfrutar lo que haces día a día, lo bueno y lo no tan bueno. Sé que no hay reembolso, no hay ahorro, no hay aguinaldos con el tiempo. Tenemos el que tenemos y punto.

 

Mi abuelito es un claro ejemplo de lo que es gozar la vida, de lo que significa vivirla aún con las fregaderas que esta nos tiene preparadas. En él es en quien yo veo la alegría, el amor, la pasión, el trabajo, el cariño; todo lo bueno de la vida pues. Y no crean que no tenía defectos, segura estoy que sí, como todos. En él he visto el cariño más puro y desinteresado. Yo creí que “lo incondicional” no existía y en él lo conocí. Lo vi estar con una mujer toda su vida, porque aún después de que ella murió siempre la tuvo en el pensamiento, en la palabra, en sus acciones. Ellos son mis más grandes amores, de quienes tengo los mejores recuerdos, de quienes siempre voy a querer más. Las lágrimas y la tristeza son por eso, porque se acabaron los abrazos, los besos, los chiqueos -que casi ni me gustaban-, las bendiciones. La tranquilidad es porque lo tuve, porque lo viví. Por el último abrazo, la última carcajada, la última canción bailada, el último buen consejo. Creo que cuando vives algo con todo lo que tienes: el amor, el cariño, el deseo, la pasión; no hay cabida para arrepentimientos, no hay “hubieras”. Saber que hasta el último momento sonrió, disfrutó, creyó en él. Que hasta el final de su vida se sintió feliz y pleno. Sin duda eso le tranquiliza el alma a cualquiera.

 

Más allá de vivir la muerte, celebro la vida, el amor, lo disfrutado. Tengo una sonrisa porque es lo que aprendí, me duelen las lágrimas y las dejo caer igual. Esto es la vida, la vida de verdad.

 

Hoy sé que soy afortunada al haber aprendido la lección antes de que él muriera, fui bendecida al contar con su ejemplo tan de cerca. Mis palabras coinciden con el mismo hombre, con el amor y la admiración que siempre sentí por él. Hoy hubiera sido su cumpleaños, y aun cuando la tristeza sigue, la felicidad de sentirlo en mí está siempre presente. No podemos vivir al revés, sería absurdo nacer sabios y morir inexpertos. Pero tal vez podríamos adelantarnos un poco y comenzar a llenar nuestra vida de sabiduría.

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