Autora invitada: Mtra. Flor Elena Sosa de la Torre
¿Alguna vez te has preguntado si hay ventajas en mujeres o en hombres para alcanzar el éxito? Porque si bien es cierto que el denominado camino al éxito está lleno de obstáculos, implica disciplina, resistencia, insistencia y persistencia, también es cierto que debemos cuestionarnos si estos factores son iguales para las mujeres, que para los hombres.
Analicemos un poco, algunos aspectos de la vida diaria y sus exigencias; si nos situamos en el arreglo personal, para cubrir las expectativas sociales que se han puesto si eres hombre, el tiempo estimado que se invierte es de entre 15 a 30 minutos, mientras que para las mujeres el tiempo promedio que se destina es de 30 a 120 minutos, por los múltiples productos que el estándar actual de belleza impone utilizar, así como el arreglo del cabello siguiendo las modas y tendencias. Adicionalmente, esta rutina diaria, se cubre de manera simultánea a la preparación del desayuno, la elaboración del denominado “lonche” para la familia completa o por lo menos para las hijas e hijos y tomar ventaja en la preparación de la comida para que el tiempo empleado al regresar del trabajo remunerado se reduzca.
Todo esto ocurre, -hacer la mayor parte del trabajo doméstico y de cuidados- mientras que los hombres más progresistas siguen diciendo que si ellos se incluyen en las rutinas y las labores diarias están “ayudando” y no asumiendo su corresponsabilidad con el cuidado de su familia y con la atención a las necesidades de su casa.
Y por si eso no fuera suficiente, la cultura profundamente machista, ha enseñado a las mujeres a no verlos como adultos funcionales que están haciendo su parte del trabajo doméstico, sino que tienen que reconocer y valorar “su apoyo”, porque siguen asumiendo que a pesar de realizar un trabajo remunerado fuera de su hogar, la segunda jornada, que no tiene límites, horarios, salario, ni prestaciones es suya porque para eso están hechas las mujeres.
Se sigue conservando este pensamiento en muchas mujeres y hombres, a pesar de que en la actualidad la mayoría de nosotras nos encontramos desarrollando alguna actividad laboral y que vinculamos esa actividad a situaciones como el desarrollo personal y profesional y además como la vía para alcanzar las oportunidades de desarrollo económico y social y por tanto para “alcanzar el éxito”.
La falta de políticas que permitan conciliar nuestra vida personal, la vida familiar y la vida laborar y hasta política, nos lleva a hacer un esfuerzo mayor para ir sorteando los obstáculos, lo cual se agrava ante la nula presencia de políticas públicas que lleven a los hombres a redimensionar su papel en el ámbito privado para terminar con uno de los cautiverios que mi querida Maestra Marcela Lagarde y de los Ríos señala; el de la madreesposa, palabra con la cual señala una realidad poco analizada, la de que cuando una mujer hace vida en pareja, tiene a su primer hijo, por la demanda de atención que la pareja exige y que se traduce en tener la casa y la comida limpia y la ropa lista para utilizarla. Con la llegada de las hijas e hijos la situación empeora.
Es decir, el ejercicio de la maternidad, implica para las mujeres una etapa compleja en la conciliación entre las diversas facetas de su vida, ya que se debe destinar la mayor parte del tiempo después de la jornada laboral -y de hecho atender muchos detalles a la distancia- para la atención y crianza de las hijas e hijos, ya que en buena parte la pareja también se encuentra alejado de estas actividades, justo porque se cruza con la etapa productiva más importante del ser humano; por lo que podemos concluir que el no realizar estas labores, les deja tiempo para construir un futuro brillante, que les permite alcanzar un alto desarrollo educativo, mejores posiciones laborales y mejores salarios. Es decir, muy pocos hombres ejercen la paternidad responsable.
En contraparte, nosotras, a pesar de desarrollar todas las actividades de cuidado, atención, apoyo con las tareas, cuidado de la higiene personal de toda la familia, atención a las actividades educativas, a las actividades recreativas y artísticas, cuidados especiales cuando se enferman y acudir a las reuniones escolares, aún así, vamos escalando posiciones y nuestra inteligencia y capacidad de trabajo ya es incuestionable, sin embargo, tenemos también derecho al autocuidado y al tiempo libre.
Pues en el ámbito laboral, cubrimos los mismos horarios que los hombres y para ello tenemos que quitarle mínimo 3 horas de tiempo a nuestro sueño, además que al llegar al lugar de trabajo ya llevamos realizada una jornada de trabajo doméstico, y nos enfrentamos a ser más lentas en el desplazamiento motriz físico ya que muchos de los atuendos y zapatos “sugeridos” por la cultura como estándar para estar en espacios de toma de decisiones entorpecen nuestro andar libre. A esto hay que sumarle que menstruamos y muchas mujeres lo hacen sin tener condiciones dignas para ello, y además con las características propias de cada persona hay quien lo vive con dolores, cansancio, inflamación e incluso un flujo abundante que no nos permite estar al 100% en nuestras capacidades diarias.
Si reflexionamos con lo expuesto hasta ahora, ¿cuántos roles tenemos las mujeres en un día? ¿Cuántos obstáculos tenemos más que los hombres?
Aun así, es sorprendente la cantidad de mujeres que salen adelante y son exitosas, pero ¿es justo que lo hagamos sorteando tanto obstáculo? Yo estoy convencida que no, que debemos aspirar y trabajar para tener igualdad de condiciones no solo para el desarrollo personal y profesional, y este, debe ser libre de violencia. Se lo debemos exigir no solo al estado, sino a la familia y a la sociedad. Yo tengo un gran ejemplo en casa, siempre he tenido una gran red de apoyo que me impulsa a no rendirme, a luchar por mis sueños y por el sueño de todas. Quiero lo mismo para las demás.