Buscar que el otro te ame para pretender amarte también.
El amor propio es la base de la salud mental. Aristóteles ya hablaba de la importancia del amor propio en un fragmento de la Ética Nicomaquea, centenares de autores contemporáneos han escrito al respecto y ahora todos sabemos su valor. Sin embargo, es común que lo olvidemos y que, mientras vivimos distraídos y cada vez más alejados de nuestras emociones, causemos estragos en nuestra vida.
Como psicoterapeuta, te puedo asegurar que de cada diez personas que vienen al consultorio con algún problema o alguna situación complicada, nueve tienen una baja autoestima. Así llegó Victoria, describiéndose a sí misma como un pastel hermoso, colores brillantes y el mejor decorado, pero quemado por dentro. Recuerdo su historia como si la hubiera escuchado el día de hoy y te la voy a contar, porque probablemente te ha pasado lo mismo.
Lo conoció en un buen momento, estaba preparada para el amor; al menos eso creía ella. Todo iba bien en la oficina, la habían ascendido y, según me contó, sus amigos envidiaban su nuevo puesto. En su casa se podía estar mejor, sus papás habían firmado un acuerdo de paz; el divorcio todavía no. Parecía que nada le faltaba, muchos creían que estaba en su mejor momento, ahora sé que ella se había encargado de construir esa ilusión: soltera y fantástica. Pero si ponía un poco más de atención y era sincera consigo misma esa voz seguía apareciendo cada noche: “nadie te ha elegido, algo debe andar mal contigo”.
Y entonces llegó Carlos a su vida, con sus ojos llenos de luz, con su pasión y sentido de vida bien dirigidos. Al mencionarlo se le iluminaba el rostro, hablaba de él como si se tratara de una gran ola trayendo a tierra todo lo que ella misma había dejado por ahí botado. Nunca se sintió tan completa como cuando él la vio, jamás tan plena como cuando él le compartió un poquito de su vida; era como si una luz interna se hubiera encendido. Carlos le dio lo que ella no había sido capaz de traer a su propia vida, vio en ella lo que necesitaba que alguien le mostrara sobre sí misma, la invitó a vivir la vida que soñaba. No dudó, lo dio todo, sabía que ese era su lugar.
Obviamente la historia no termina aquí o esto sería otra tonta película de amor. Resumiré la tragedia diciéndote que un día Carlos se fue; así, sin previo aviso, puso su mirada sobre alguien más. Dejó a Victoria con el corazón roto, han pasado ya varios años desde que aquello pasó y otros más desde que llegó a mi consultorio intentando una reconstrucción total con su verdadero amor: el propio.
El amor propio es el nivel de cariño y aceptación que somos capaces de tener hacia nosotros mismos. Influye en la forma de relacionarnos con los demás y podría definirse como un egoísmo saludable. Es importante añadir que también se refiere a la reacción que tenemos frente a nuestra peor parte, lo que a veces ni siquiera nosotros toleramos pero que también está ahí.
Victoria se dio cuenta de que su vida había cobrado sentido sólo cuando Carlos la eligió. Era una ironía, las migajas de su amor se convirtieron en su alimento favorito, porque no le alcanzaba consigo misma, estaba amando por necesidad; se dio cuenta de que tenía hambre de amor. No quiero que lo que te voy a decir a continuación suene a patrañas, pero aquello fue lo mejor que le pudo pasar. Conforme fuimos trabajando en terapia el espejismo se rompió, su vida estaba lejos de ser fantástica. Se dio cuenta lo sola que se sentía, lo necesitada que estaba de atención y la triste devaluación que intentaba ocultar después de cada cita arruinada.
Ni siquiera el trabajo de sus sueños fue suficiente para disimular su baja autoestima. Uno es como es en todo, sus carencias se alborotaron con el abandono que sentía en casa y la sensación de inseguridad que comenzó con su nuevo puesto. La falta de amor propio era evidente; Victoria intentaba quererse a través de la opinión de los demás: una pareja, un trabajo exitoso, un gran coche -que por cierto todavía debía- y la mejor vida social.
Muchos piensan que el amor hacia uno mismo aparece instintivamente, sin embargo, el amor propio también se debe alimentar. Así como el amor hacia los hijos o a la pareja, el amor propio también es una decisión diaria. Ya lo afirmó Oscar Wilde: amarse a uno mismo es una aventura que dura toda la vida.
Victoria se enfrentó a sus propias heridas, atendió lo que le dolía y aprendió a confiar en sí misma. Trabajó muy duro para aumentar su autoestima, tomando la decisión más valiente: ser tal cual era para sí misma, olvidándose de buscar el reconocimiento exterior y respetando y haciendo respetar sus deseos; se convirtió en su mejor amiga. Dejó de ser un holograma, se adueñó de su propia vida y comenzó a vivirla.
El amor propio casi resulta mágico, quien se ama a sí mismo lo suficiente puede sanar su vida y construir así mejores relaciones de pareja, pues todo el amor que podamos encontrar afuera comienza en nuestro interior. Si también a ti te ha pasado y te gustaría leer más sobre este tema, te recomiendo el libro Los dones de la imperfección, de Brené Brown, donde podrás leer sobre la importancia de conocernos, comprendernos y amarnos a nosotros mismos.