Que alguien me explique, ¿desde cuándo ser soltera está de moda?

Que alguien me explique, ¿desde cuándo ser soltera está de moda?

Me perdí una estación antes del último tren y qué bien la estoy pasando.

 

He vivido todas las etapas: la desesperación, la preocupación alucinante, la negación y a su vez el ocultamiento, la simulación y la credulidad, las citas tinder y las del amigo del amigo, la defensa maniaca y la cruda del día siguiente… y muchas más. Pero sobre lo que quiero hablar hoy, lo más importante, es que salí del closet y hoy en día soy una soltera feliz.

En el 2013 compré “Treintona, soltera y fantástica” de Juana Inés Dehesa, menciono la fecha porque eso me dice que desde entonces ya traía yo la onda de la soltería. Tal vez desde entonces hasta hoy he recorrido este mundo con una percepción cada vez más aguda. Yo lo veo así: una mujer soltera es como un Picasso.

Aun cuando todavía no soy treintona (guiño guiño), el libro me gustó. Creo que la autora escribe sobre varios aspectos dignos de pensarse y discutirse: la mujer mexicana y -para acabarla de fregar- soltera, los hombres machistas pero a la vez inmaduros e incapaces de saber qué quieren realmente, las amigas casadas y esa imagen de mujer chingona a la que todas -sin excepción- en algún momento aspiramos, la presión de los amigos, familiares y hasta del colectivo social… En fin, es un buen análisis sobre la soltería y las dificultades que toda mujer atraviesa durante esta etapa.

Sí, la soltería es difícil, no se crean ese cuento de la fiesta interminable, los galanes desfilando, las propuestas arriesgadas, la libertad y quien sabe cuántas cosas más que se les ha ocurrido inventar a los post más chafas de internet. Sólo quien la ha vivido sabe lo que en realidad significa. Ser soltera a los treintas representa preguntas maliciosas de familiares anticuados, invitaciones incómodas a fiestas infantiles, pláticas sobre vómitos de bebés y vestidos de novia, mejores amigas ahora casadas de las que cada vez te sientes más alejada; y una serie de eventos sentidos como discriminatorios. Sin embargo, por muy cruel que pueda sonar todo esto, nada se compara con la conmiseración que la propia soltera siente hacia sí misma.

Decía que una soltera es como un cuadro de Picasso, ya saben, una figura rara por acá, una pieza más por allá, el caos total. Lo que yo veo es una pincelada de culpa, algunos tonos de autoestima baja, muchos trazos de intentos fallidos por relacionarse con algún hombre, esa mezcla de independencia fingida y deseos insatisfechos, todo sobre un gran lienzo de inseguridad. Si lo pensamos bien y somos sinceras, no es raro que esta combinación lo arruine todo, incluso nuestro deseo de vivir feliz sin un hombre. Y es que, ¿quién puede vivir feliz cargando todo esto sobre sí misma? Es cierto que la sociedad en la que cada una vive influye mucho en la forma en que se ve a sí misma, sin embargo, llega a ser responsabilidad de cada quién zafarse de todo aquello que le estorbe, y este es el punto de mi escrito.

La mujer soltera no sabe bien quién es. Mientras que el hombre soltero es símbolo de admiración y envidia para otros caballeros, las mujeres con pareja miran casi compasivamente a las solteras. Se nos ha enseñado que el hombre soltero es libre porque él así lo ha decidido, disfruta la vida y va de cama en cama haciendo de las suyas. En tanto la mujer soltera, dice Juana Inés en su libro, es una quedada y da la impresión de no haber sido elegida por tener algo realmente malo, seguramente a ella nadie la quiso.

El problema es que ella misma lo cree. Así lo muestra la terrible incertidumbre que viene luego de una primer cita, preguntándose si lo hizo bien, si aquel volverá a llamar, si este sí será el correcto… luego, ¿por qué no llamó?, ¿tan mal partido es?, ¿ahora en qué la regó?; y una serie de preguntas sin respuestas que no son más que un tormento que le impide poner en orden todas aquellas imágenes del Picasso.

La soltera corre el peligro de fundamentar su imagen en relación al otro, creyendo que de esa forma será elegida y amada; no es raro encontrar a aquellas mujeres que comienzan a ser la copia de su hombre. Si bien hay una etapa en toda relación donde la simbiosis resulta natural y hasta efectiva, hay parejas que viven una sola vida y mujeres que se olvidan de quienes fueron antes. O que me dicen de quienes comienzan y mantienen cualquier relación, por más deplorable que esta sea, con la única intención de evitar la soledad y el escarnio público. Realmente lamentable.

Además están las reglas del romance: ¿quién debe llamar primero?, ¿es aceptable el sexo en la primer cita o cuántas hay que esperar?, ¿quién paga la cuenta? Si yo pago pareceré tan autosuficiente y controladora que su instinto cazador será anulado y ya me lo dijo mi tía “mija, los hombres deben creer que te estás muriendo por ellos, que sin ellos no vives”; ¡ay, justo en mi incapacidad para mostrarme como la damisela en peligro!

Además, ¿quién diablos sabe lo que es ser novia a los treintas? Ya no es lo mismo a aquel entonces, cuando salíamos de la prepa y mi novio me acompañaba, teníamos un horario para rayar afuera de mi casa, íbamos a misa los domingos y después a dar la vuelta por la plaza. Antes todo era más fácil. Ahora cómo se le hace para mostrarse necesitada, si ya tenemos coche, casa, un buen cheque cada mes y hasta orgasmos a solas; díganme loca, pero es la realidad: hoy en día es muy difícil necesitar a un hombre. No es que sea feminista, simplemente soy realista. Al menos para todas aquellas cosas que se les solía necesitar, los hombres resultan obsoletos.

Las mujeres de ahora necesitamos compañía y no una sombra, escucha sin juicios, atención pero no demasiada, respaldo pero tampoco impedimentos; en fin, alguien que nos acompañe a disfrutar la vida que somos capaces de crear por nosotras mismas y que comparta la vida que ha sabido crear por sí mismo.

Cuando una mujer soltera se cuestiona, se niega y lucha despiadadamente en contra de su soltería, no sólo es contra su estado civil que levanta la guerra, sino contra todo lo que ella es. Aquella pintura al estilo del cubismo debiera tomar forma, me refiero a que la mujer soltera debiera darse cuenta de quién es en realidad, dejar de preocuparse por lo que los demás esperan de ella y ocuparse en lo que ella espera de sí misma. Reflexionar si en realidad desea una pareja y responderse a sí misma con honestidad ¿para qué?, ¿qué busca en un hombre? Compañía, pasarla bien, estabilidad económica, sexo, hijos, callarle la boca a algunos… Es en ese momento, cuando es sincera consigo misma que realmente saldrá del closet y podrá disfrutar su soltería. Cuando dejará de aceptar migajas, a hombres rotos y amores ligeros .

La soltería no es simplemente una moda, y dejar de serlo no debiera ser una necesidad ni mucho menos una obligación. Ambas etapas se pueden disfrutar, se trata de saber lo que realmente se quiere y con quién se desea estar. Cuando estés tranquila con tu vida, con lo que puedes hacer y con quien realmente eres, cuando te rodees de personas valiosas -¡cuando tú misma te sientas valiosa!- y vivas el momento presente; en ese entonces podrás sentirte fantástica, sin importar tu edad o estado civil.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *